]En un parque, sentados en el banquito de madera, estaban un niño y su abuelo, hablando, conversando, riendo, disfrutando ese momento juntos...
-¿Andemos en tren?- pregunta el abuelo a ese reflejo suyo de apenas 7 años.
-¡YA! Tata vamos a andar en tren- dice el niño, mientras se para y toma suavemente la gran mano de su abuelo. El abuelo se detiene en ese momento, un pequeño instante, para mirar la frágil mano de su nieto, para ver como su mano grande y tosca la protege. Se para con cierta dificultad y caminan despacio por el parque para llegar a la estación de tren, que estaba a unos cuantos pasos de allí. El Tata recuerda lo familiar que era este paseo por el parque; recuerda lo bien que lo pasaba cuando su abuelo lo sacaba caminar.
-¿Andemos en tren?- pregunta el abuelo a ese reflejo suyo de apenas 7 años.
-¡YA! Tata vamos a andar en tren- dice el niño, mientras se para y toma suavemente la gran mano de su abuelo. El abuelo se detiene en ese momento, un pequeño instante, para mirar la frágil mano de su nieto, para ver como su mano grande y tosca la protege. Se para con cierta dificultad y caminan despacio por el parque para llegar a la estación de tren, que estaba a unos cuantos pasos de allí. El Tata recuerda lo familiar que era este paseo por el parque; recuerda lo bien que lo pasaba cuando su abuelo lo sacaba caminar.
]Suena el silbato y todos los pasajeros suben a la maquinaria vieja del tren. El niño y su abuelo se sientan junto a la ventana para mirar el hermoso paisaje del lugar. Entre tanto jugueteo se escucha una amistosa conversación:
-Te vas a tener que dormir, porque en un rato más habrá oscurecido- le dice el Tata al niño.
-No, no, no Tata. Estás mal: viene un túnel- convencido le respondía.
-No seas porfiado y duérmete ya- le volvía a decir el abuelo con una sonrisa.
-Bueno, si así lo dices, pero te voy a decir una cosa: en los túneles hay oscuridad y yo le tengo miedo a la oscuridad, pero estando a tu lado ya no le tengo miedo a eso- responde el niño con ternura, mirando como sonríe su Tata. Se apoya en él y se queda dormido, mientras en abuelo acaricia sus dorados cabellos.
-Te vas a tener que dormir, porque en un rato más habrá oscurecido- le dice el Tata al niño.
-No, no, no Tata. Estás mal: viene un túnel- convencido le respondía.
-No seas porfiado y duérmete ya- le volvía a decir el abuelo con una sonrisa.
-Bueno, si así lo dices, pero te voy a decir una cosa: en los túneles hay oscuridad y yo le tengo miedo a la oscuridad, pero estando a tu lado ya no le tengo miedo a eso- responde el niño con ternura, mirando como sonríe su Tata. Se apoya en él y se queda dormido, mientras en abuelo acaricia sus dorados cabellos.
]A la mañana siguiente su hija, llevó a su nieto al doctor, porque se quejaba de dolores, de pequeños hematomas que le salían de la nada y de que se sentía muy mal de hace un tiempo. El abuelo espera emocionado toda la mañana, planeando lo que sería otra tarde con su nieto. Escucha sonar el teléfono insistentemente y atiende:
-¿Aló? ¿Papá?
-Si hija, ¿por qué se han demorado tanto? Ya deberían haber llegado.
-Papi te explicaré más tarde. Necesito que vengas al hospital, tu nieto te necesita- dice su hija, conteniéndose las ganas de llorar.
-Ya hija voy saliendo- responde el abuelo. Acto seguido, cuelga el teléfono, cierra con llave la puerta de la casa y sale preocupado, para llegar rápidamente al hospital.
]Llega al hospital y se acerca a la recepción.
-Buenas Tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?- pregunta la recepcionista amablemente.
-Vengo a ver a mi nieto- responde el abuelo con cierto nerviosismo.
-Sígame caballero, su hija y nieto lo esperan- mientras se para y lo acompaña.
Caminan hasta llegar a un ascensor, esperan a que llegue, suben, mientras el Tata trataba de descubrir que estaba pasando. Se bajan en el 4to piso, en Oncología. El abuelo queda anonadado por lo que está sintiendo, y millones de preguntas en su cabeza lo tienen aturdido.
]-¡Papá!- escucha un grito que lo saca de ese mar de preguntas. Levanta la vista y ve correr a su hija llorando abriendo los brazos. Lo abraza fuerte y le cuenta –Tu nieto está con morfina y descansando ahora. Necesito que te sientes- Habían unas sillas allí cerca –Mi hijo tiene leucemia Terminal- Al abuelo se le vino el mundo abajo: su esposa había fallecido joven, a causa de un cáncer Terminal, y ahora su único nieto iba a ir a acompañarla –No hay nada que podamos hacer. El doctor dice que le quedan pocas semanas.
-¿Aló? ¿Papá?
-Si hija, ¿por qué se han demorado tanto? Ya deberían haber llegado.
-Papi te explicaré más tarde. Necesito que vengas al hospital, tu nieto te necesita- dice su hija, conteniéndose las ganas de llorar.
-Ya hija voy saliendo- responde el abuelo. Acto seguido, cuelga el teléfono, cierra con llave la puerta de la casa y sale preocupado, para llegar rápidamente al hospital.
]Llega al hospital y se acerca a la recepción.
-Buenas Tardes, ¿en qué puedo ayudarlo?- pregunta la recepcionista amablemente.
-Vengo a ver a mi nieto- responde el abuelo con cierto nerviosismo.
-Sígame caballero, su hija y nieto lo esperan- mientras se para y lo acompaña.
Caminan hasta llegar a un ascensor, esperan a que llegue, suben, mientras el Tata trataba de descubrir que estaba pasando. Se bajan en el 4to piso, en Oncología. El abuelo queda anonadado por lo que está sintiendo, y millones de preguntas en su cabeza lo tienen aturdido.
]-¡Papá!- escucha un grito que lo saca de ese mar de preguntas. Levanta la vista y ve correr a su hija llorando abriendo los brazos. Lo abraza fuerte y le cuenta –Tu nieto está con morfina y descansando ahora. Necesito que te sientes- Habían unas sillas allí cerca –Mi hijo tiene leucemia Terminal- Al abuelo se le vino el mundo abajo: su esposa había fallecido joven, a causa de un cáncer Terminal, y ahora su único nieto iba a ir a acompañarla –No hay nada que podamos hacer. El doctor dice que le quedan pocas semanas.
]Pasaron unos días y el abuelo fue a verlo cada día que pasaba y estaba cada minuto que podía con él, para disfrutar su siempre alegre y optimista actitud frente a lo que le estaba pasando. Le admiraba su fuerza y esa risa que le caracterizaba en todo momento, ese aire algo maduro para su edad. En una oportunidad el abuelo le preguntó al niño:
-Hijo, ¿qué quieres ser cuando grande?- suponiendo que le respondería: “Quiero ser bombero o astronauta o médico”, escuchó la respuesta de su nieto.
-Feliz. Tata, cuando grande quiero ser feliz- respondió el niño con una sonrisa de oreja a oreja. El abuelo impresionado por la respuesta, no pudo decirle nada más que “Buenas Noches” y darle un beso en la frente, para que durmiera bien.
-Hijo, ¿qué quieres ser cuando grande?- suponiendo que le respondería: “Quiero ser bombero o astronauta o médico”, escuchó la respuesta de su nieto.
-Feliz. Tata, cuando grande quiero ser feliz- respondió el niño con una sonrisa de oreja a oreja. El abuelo impresionado por la respuesta, no pudo decirle nada más que “Buenas Noches” y darle un beso en la frente, para que durmiera bien.
]Al día siguiente volvió al hospital. Mientras iba caminando hacia la habitación de su nieto, se cruzó con dos enfermeras que hablaban del estado de salud del niño y que justamente hoy, no se veía alentador. Se detuvo y lloró brevemente en silencio: no podía concebir la idea de que hoy podría ser el último día con su nieto. Entró en la habitación, tratando de que el niño no se diera cuenta de su tristeza. Mira a su nieto: dormía tranquilamente con una pequeña sonrisa en su rostro pálido y demacrado, que a ratos se intercambiaba con una mueca de dolor. De repente, el monitor de los latidos del corazón se acelera y el niño despierta bañado en sudor frío, pero alegre al ver que su abuelo está allí:
-¡Hola Tata! Adivina que soñé hoy- mientras su abuelo le tomaba la mano, le sonreía y negaba con la cabeza –Soñé que estaba en un túnel muy oscuro- sorpresivamente al niño le viene un ataque -... pero vi a la abuela, sigues igual de bonita como tú me contabas– Decía apenas el niño, respirando jadeantemente mientras entraban corriendo las enfermeras y la madre del niño –Abuelo, todo se oscurece, se vuelve muy negro aquí, pero ya no tengo miedo- empieza a respirar más lento, a cerrar los ojos-... porque te tengo a mi lado...- sonríe y deja de respirar, sus signos vitales caen lentamente. Los doctores y enfermeras tratan en vano de reanimarlo: el alma del niño ya ha dejado su cuerpo y ha comenzado a viajar donde está su abuela, ese viaje interminable.
-¡Hola Tata! Adivina que soñé hoy- mientras su abuelo le tomaba la mano, le sonreía y negaba con la cabeza –Soñé que estaba en un túnel muy oscuro- sorpresivamente al niño le viene un ataque -... pero vi a la abuela, sigues igual de bonita como tú me contabas– Decía apenas el niño, respirando jadeantemente mientras entraban corriendo las enfermeras y la madre del niño –Abuelo, todo se oscurece, se vuelve muy negro aquí, pero ya no tengo miedo- empieza a respirar más lento, a cerrar los ojos-... porque te tengo a mi lado...- sonríe y deja de respirar, sus signos vitales caen lentamente. Los doctores y enfermeras tratan en vano de reanimarlo: el alma del niño ya ha dejado su cuerpo y ha comenzado a viajar donde está su abuela, ese viaje interminable.
Han pasado ya 10 años desde que su nieto murió. Ahora cada día, da gracias a Dios, por haber tenido la oportunidad de tener a su nieto siempre cerca de él. Le da las gracias por haber conocido a alguien que siendo tan niño, le enseñó a ser más hombre. Le enseñó algo muy valioso: que hay que disfrutar cada minuto de alegría, de felicidad, porque esos gratos momentos se almacenan y pasan a llevar todo lo triste y malo que pudo haber pasado; le enseñó que el único camino que existe para lograr la felicidad, es siendo optimista y alegre en cada momento; le enseñó que todo lo que parece ser malo, al final de todo, es siempre el mejor desenlace, es siempre lo mejor...